Primeros recuerdos de Luismari

“Carbón cojonudo de Cardiff”, reza reza el cartel escrito con tiza en la puerta de una lonja, en la calle Mayor de Las Arenas. Apenas ha aprendido a leer, y con toda la fascinación de los niños por lo prohibido y el lenguaje escatológico, lo lee en voz baja cada día al pasar por delante de camino al colegio.

Mayo de 1937. El cinturón de hierro de Bilbao comienza a ceder. La Legión Cóndor ha bombardeado ya Durango y Gernika. Sigue leyendo

Today is my future

Al día siguiente de navidad, me encuentro este vídeo en el blog de mi amigo Luis (jugativos.blogspot.com.es, echadle un vistazo que merece la pena). Muy apropiado para estas fechas, realmente emocionante. Resultado del trabajo desinteresado de un montón de gente. Espero que llegue muy lejos. Después del salto he copiado la información que figura sobre el proyecto en yutube, que me parece que está muy bien elaborada. Sigue leyendo

Lágrimas por la aristocracia

Mi tío Gino era un auténtico aristócrata. Un aristócrata de los de verdad, quiero decir, un miembro de la nobleza: Gino Almagiá Gairinger, viudo de doña Carmen Pérez del Pulgar y Muguiro, hija del marqués de Salar, grande de España y bla, bla bla… En realidad no era mi tío, sino el tío segundo de mi madre, primo carnal de mi abuelo. Pero en la familia todos le conocíamos como Tito Gino. Todo un personaje… Sigue leyendo

Una foto de carnet

Ramón y Gloria el día de su boda
Ramón y Gloria el día de su boda

Una mañana, cuando aún faltaban más de quince años para el día de su muerte, Ramón le dijo a su mujer:

–Mira, Gloria. Esta es la foto que quiero que pongas en mi esquela cuando me muera.

–¿Cuando te mueras? ¡Pero qué chochadas dices! –respondió ella, quitándole la foto de las manos.

En el hospital, ante el cuerpo inerme de su esposo, Gloria recordaba hoy ese momento mientras la enfermera le explicaba que no tenía por qué preocuparse. Que entre el hospital y la funeraria se ocupaban de todo. Que ella sólo tenía que llevarles el DNI y una foto para la esquela. Y se ocuparían de todo.

La foto, una foto de carnet, estaba en casa, sujeta en el marco de un cuadro del salón. Esperando a que hiciera falta. Esperando al día de hoy. Sigue leyendo

Por si acaso…

Planeta Santiago
La iglesia de Larrimbe llegó a ocupar un puesto importante en el planeta de mi infancia.

Alguna vez me ha dado por pensarlo, pero francamente no tengo ni idea de si mi madre era de verdad creyente, o se trataba solo de guardar las apariencias… por si acaso. Y digo por si acaso porque era hija de un judío italiano y una luterana sueca que, si no me equivoco, renunciaron a sus respectivas creencias para poder vivir como personas respetables en la España de Franco. Y eso no era ninguna broma en aquellos tiempos. Sigue leyendo

Quinto aniversario de Pikatzaenea

No se me había ocurrido que un trío de jazz podía encajar así de bien en un entorno tan rural y familiar como el valle de Bezi. Pero la verdad es que fue una auténtica delicia. El jueves pasado, uno de septiembre, Amaia y Joseba nos invitaron a unos cuantos amigos y familiares a una pequeña fiesta para celebrar los primeros cinco años de Pikatzaenea como casa rural (¡como casa torre ya ha cumplido casi 400!). Y como ambientación musical aprovecharon un programa de conciertos organizado por Enkarterri, y trajeron a Juan Ortiz Electric Trío, un combo clásico compuesto de piano eléctrico, bajo y batería. Al principio confieso que me resultó un poco surrealista, un trío de jazz sonando junro a un caserón del siglo XVII, entre campas y vacas. Pero no habían terminado la primera canción y ya me había conquistado la magia del momento. Dos o tres niños pequeños bailaban ante los músicos, unos cuantos señores mayores sentados en las sillas de plástico llevaban el ritmo con la pierna, los demás invitados charlaban animadamente mientras comían unos canapés… Y yo me sorprendía tarareando la melodía para mis adentros mientras miraba cómo cambiaban de color las majestuosas nubes al atardecer, y un caballo blanco pastaba tranquilo en una campa al otro lado del valle. Al cabo de un rato, tenía la sensación de haber recuperado,al menos por un momento, la armonía perdida.

Muchas gracias por invitarme, Amaia y Joseba, fue todo un placer; a ver si me acerco por allí un día de estos y charlamos. Y si alguien lee esto y no conoce Bezi, le recomiendo que se acerque a dar una vuelta, merece la pena.

Lágrimas en la lluvia: el tío Miguel

Miguel Ayani

Hoy ha muerto mi tío Miguel. Tuvo una vida larga y plena. Una mujer que le quiso y que le dio una larga descendencia, nada menos que ocho hijos… y tendría que pensar un buen rato pensando para acordarme de cuantos nietos. La foto que abre esta entrada la tomé hace unos pocos años, en la Almagiada, la reunión familiar que hicimos en la casa de verano de Joaquín, uno de sus hijos. La idea de la reunión surgió en el funeral de su mujer, la tía Teresa, hermana de mi madre. Estuve un rato hablando con él en la carpa del jardín, y le pedí permiso para hacerle un retrato. Me impresionó su expresión cansada. Sus ojos, que yo recordaba siempre risueños. Supongo que ya estaba enfermo.

El tío Miguel era mi padrino de bautizo. Hace muchos años que no tenía una relación frecuente con él. La noticia de su muerte no me ha sorprendido; sabía que estaba mal. Pero me ha quedado una sensación de aturdimiento melancólico. He salido a pasear el perro bajo la lluvia. Y al pasar junto al río, he apartado el paraguas y he mirado un momento hacia arriba.

Buen viaje, tío Miguel.

Actualizado martes 7 a las 9:28:

Releo ahora lo escrito anoche y pienso que ya me vale. En vez de intentar confortar a quienes se despiden de su padre, me miro al ombligo y hablo sólo de mi propia pena. Perdonadme, primos, y dejadme que os envíe un fuerte abrazo. Como se decía antes, os acompaño en el sentimiento. De verdad.

La felicidad está en una charca

Dice Punset que la felicidad está en la sala de espera de la felicidad. O sea, que cuando más felices somos es cuando estamos esperando a que llegue –en realidad, anticipando– un «gran momento» que creemos que nos hará muy felices. Tiene sentido… creo.

El caso es que el sábado, tras tres horas de estupenda caminata por el monte, me encontré con esto que podéis ver, o mejor aún escuchar, en el vídeo a continuación del salto. Sigue leyendo

He donado mi cuerpo a la ciencia

No es coña, lo he hecho.

He firmado unos papeles y llevo en la cartera un carnet en el que dice que cuando casque, alguien vendrá a buscar mis restos mortales y se los llevará a la facultad de medicina más cercana. Si alguno de mis tejidos u órganos sirve para algo (transplantes, estudios, cultivos… qué se yo, lo que sea), se utilizará. Si no, me meterán en formol y pasaré a ser objeto de prácticas para futuros/as doctores y cirujanos. Mola, jeje >:)

Llevaba ya un tiempo pensándolo, desde que oí un programa de radio en el que hablaban del tema. Personalmente creo que una vez que te mueres, muerto estás. En el improbable caso de que tu consciencia siga existiendo, ya no guarda relación alguna con tu cuerpo. Un cuerpo que ya no te sirve para nada, ni a ti ni a los tuyos. Siendo así, ¿para qué molestarse y emplear tiempo, esfuerzo y dinero en inútiles y costosos ritos como las exequias, el entierro o la cremación? Me gusta mucho más la idea de seguir echándole una mano a alguien, contribuir a la formación de un estudiante o aunque fuera servir de materia prima para la fabricación de compost. Además, con lo que me voy a ahorrar en el seguro de decesos dejaré pagada una comida para mis deudos más cercanos en algún restaurante que me guste. Creo que les dejará mejor sabor de boca que una misa funeral de cuerpo presente, ¿no?. Y si con el tiempo alguien quiere recordarme y llevarme flores, pues bueno… que se pase por el bar de la facultad y se las de a alguna estudiante maciza, jeje. De mi parte.

Si a alguien le parece que es una buena idea, podéis encontrar más información en la web del Programa de Donantes de Cuerpo. Y si os animáis ya sabéis, jeje… nos vemos en la cámara refrigerada de la facultad.