Con sol y viento fresco hasta Nájera

El albergue de peregrinos de Navarrete es francamente agradable. En cada piso hay una o dos habitaciones de unas doce camas cada una, y con un baño con dos duchas por habitación. Y está razonablemente limpio. Sin embargo no hemos dormido bien, mucho calor. O tal vez es que no estábamos suficientemente cansados.

Como siempre, a las seis ya ha empezado a levantarse el personal. Nosotros nos hemos hecho los remolones un rato, la etapa es corta y la meteo promete temperaturas no demasiado altas, así que no merece la pena madrugar tanto. A las siete ya está bien. Tomamos un desayuno rápido de bar e intentamos dejar la mochila grande para que nos la lleve Jacotrans. En el albergue no dan el servicio, así que ayer negociamos con un hotel que nos gestionaran la recogida. Pero resulta que en la recepción no hay nadie a esta hora, así que nos llevamos las dos mochilas. A Lurdes no le gusta la idea, pero tampoco es para tanto, este año hemos sido muy comedidos con el equipaje.

El sol todavía no ha despuntado cuando dejamos a la espalda el casco antiguo de Navarrete, y sopla un viento fresco que si no fuéramos vascos llamaríamos frío. Al poco pasamos junto al cementerio, justo con los primeros rayos, donde podemos ver la portada románica del hospital de San Juan de Acre, rescatada de la demolición del antiguo edificio en el s.XIX. El cielo está casi desppejado, pero al oeste las nubes gris plomo hacen un efecto de iluminación dramática de lo más amenazador. ¿Y si resulta que el tiempo se tuerce? Bueno, no importa, después de todo alguna ventaja tiene que tener cargar con la mochila, donde llevamos las capas de lluvia.

Pasamos junto a Sotés, y luego el camino se bifurca. Lurdes prefiere seguir derecha hacia Nájera, y yo tomo el desvío a Ventosa, unos seis kilómetros más. No me arrepiento. Me gusta andar un rato a buen ritmo, y Ventosa es un pueblito riojano muy coqueto, con su iglesia románica en un pequeño alto, un bar preparado para atender a los peregrinos y unas preciosas vistas sobre el océano verde de los viñedos. Todavía es pronto para hacer un segundo desayuno, así que saludo a un par de peregrinos que he visto antes en el camino y continúo. No pasa mucho tiempo hasta que, al iniciar la bajada de un pequeño alto, me reencuentro con Lurdes, sentada junto al camino y saboreando el bocadillo que compramos ayer. Me uno al banquete, que ahora sí que apetece.

Bajando hacia Nájera pasamos junto a una colina, apenas una tachuela, que según la leyenda fue el escenario de la mítica batalla de Roldán y el gigante Ferragut. Donde se supone que se alzaba el castillo del moro hiperdesarrollado se halla hoy una antena de telecomunicaciones…y al pie un panel informativo de la hazaña.

Como de costumbre, Nájera está a la vista, pero parece que se aleja conforme andamos. Cruzamos un área con pistas que transcurren entre pabellones, silos y factorías, hasta que por fin entramos en el casco urbano, que hay que atravesar hasta el otro lado para llegar al albergue. Segun wikipedia Nájera no llega a 8.500 habitantes, pero se nos antoja toda una urbe que nos cuesta un buen rato atravesar. Todo llega, y por fin atravesamos el puente sobre el Najerilla que nos acerca a nuestro destino, el parque en el que está el albergue. Es sorprendentemente pronto, apenas las once y media, así que nos sentamos en una terraza a tomar una cervecita antes de registrarnos. Luego ducha, lavar la ropa y paseo por la parte vieja. Ya conocíamos la ciudad, pero siempre merece la pena revisitarla; el monasterio de Santa María la Real es siempre impresionante, aunque solo se vea de fuera.

Un menú del peregrino y de nuevo al albergue, a descansar y escribir un poco. Mañana hay que ir hasta Santo Domingo, y puede que el tiempo no se porte tan bien como hoy.

 

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Personajes del Camino (y 2)

Vicente se dedica a la agricultura ecológica. Tiene una asociación de productores en Alicante, desde la que comercializan su producción. Además da conferencias y cursos. A veces no viene nadie, pero él hace los cursos igual. Porque si no, luego la gente dice que no se hacen, dice. Y sonríe. Y te mira con unos ojos muy inrensos.
Vicente tiene todo el mes de agosto para llegar hasta Santiago. Pero estamos en Estella y tiene un par de ampollas que le están haciendo pasar un mal rato. No lo entiendo, dice, yo ando mucho todos los días. Y el calzado tampoco es nuevo. No se por qué me han salido. Pero ahí están.

Loki tiene nombre de dios vikingo y cuerpo de pastor alemán. Y un alma noble, juguetona y tranquila. También tiene dos años y unas alforjas en las que lleva un par de kilos de pienso y un bol para beber agua cómodamente en las fuentes o en la puerta de los bares en los que entran sus dueños. Porque sí, Loki también tiene dueños. Una pareja jóven y animosa, que se han resignado a ceder todo su protagonismo a su mascota. De hecho, les hice una foto junto a la iglesia de Villatuerta, pero no apunté sus nombres. Estaba más interesado en Loki, claro. Y a decir verdad, demasiado cansado para andar tomando notas; habíamos andado ya cai 20 km, y hacía un calor de justicia.

Vale (Valeriano) y Odile viven en Miranda de Ebro, así que somos casi vecinos. Aunque a decir verdad, ella es de Salamanca y él de Zaragoza. Y lo llevan a gala. Nos encontramos con ellos casi en cada etapa. Y se alegran de vernos; nosotros también, por supuesto. La foto está tomada en Puentelarreina. Luego nos veríamos también en Los Arcos y en Viana.

Los primeros días siempre me da más corte sacar fotos a la gente. Y es una pena, porque siempre se quedan sin retratar gentes interesantes, o que al menos me han llamado la atención por una razón o por otra. Como Brigitte, por ejemplo. Que en realidad no se llama así, no sé como se llama; es una francesa que primero vimos en Roncesvalles, y nos fuimos encontrando hasta Puentelarreina, que la perdimos de vista. Con una edad indeterminada, rubia y delgada, con los ojos claros, creo. Salía del albergue temprano, andaba despacio y le gustaba pararse a disfrutar del paisaje, o de cualquier rincón que le llamara la atención. Lurdes le dió un poco de árnica para los pies, y le encantó. No parecía muy mayor, pero nos contó que sus hijos ya estaban muy crecidos y que tenía un par de nietos.

Sexta etapa: Los Arcos-Viana

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Treinta y cinco grados a la sombra… Es posible que exista más calor, pero ahora mismo no lo concibo. Menos mal que la mañana nos ha respetado, y el sol no ha empezado a apretar en serio hasta un rato después de haber llegado. Y eso que nos hemos dormido; la intención era hacer diana a las cinco, pero no nos hemos despertado hasta una hora más tarde,sudados como pollos tras una noche caliente, caliente. Había que acelerar, así que nos hemos lavado la cara, una frura para desayunar y al camino. Sigue leyendo

Quinta etapa: Estella-Los Arcos

De nuevo diana temprano, a las cinco y algo. En ruta a las seis y cuarto, Atravesamos Estella de noche, buscando las señales a tientas. El sol nos alcanza subiendo la cuesta que lleva al monasterio de Iratxe; la famosa fuente que mana vino está todavía cerrada. No importa, de todas formas no son horas para atizarse un pelotazo de vino, ¿No? Pues eso.
Tras pasar la urbanización y el camping de Iratxe, que por cierto tiene muy buena pinta, el camino discurre entre carrascas y encinas, para desembocar después en un paisaje ondulado de campos ya trillados, salpicado de viñedos y custodiado por montes no muy altos, en la cima de los cuales siempre hay una ermita,una iglesia con campanario o una fortaleza. Así llegamos a Villamayor de Monjardín, custodiado por el castillo de Deyo. Empieza a hacer
Calor, pero es uno de los tramos más hemosos del camino. Entramos en la iglesia de Villamayor, de sobrio trazado gótico, casi minimalista por la falta de adornos.
El tiempo se porta hoy bien con nosotros, alternando el sol con nubes de evolución y una suave brisa. Llegamos a Los Arcos poco antes de las doce. Es un pueblo medieval muy bonito, articulado en torno a una calle mayor muy larga, que desemboca en una plaza, en la que se encuentran el ayuntamiento y la iglesia parroquial, consagrada a la Virgen. Una iglesia que merece la pena visitar, auténtica mezcla de todos los estilos desde el siglo XII.
El pueblo está en fiestas, claro, y a las seis de la tarde hay encierro y vaquillas en la calle mayor y la plaza. O sea, en todo el pueblo.
Tras esperar a que abran el albergue y pasar unos momentos un poco tensos por aquello de que oye no te cueles, ducha y a la calle. Hoy hay «pochada popular» por las fiestas. Es decir, que cualquiera que se acerque con un plato y una cuchara tiene su ración de alubias pochas. Pero eso será a las tres y media, son la una y tenemos hambre, así que buscamos un restaurante con menú peregrino y nos metemos a comer. De primero una parrillada de verduras memorable.
A la tarde siesta, visita al pueblo (y la iglesia) tras las vaquillas, y unas compras para el día siguiente. Al albergue a cenar un bocadillo, escrbir esta entrada y a la cama. Mañana, hasta Viana, otros 20 km. Buenas noches…

Cuarta etapa: Puentelarreina-Estella

Diecinueve grados a las cinco de la madrugada. Un yogur para desayunar y andando… Un momento, falta el sobre con la dirección y el dinero para que nos lleven la mochila! Tras unos momentos de incertidumbre, el sobre por fin aparece, y nos ponemos en marcha. Son las seis, y un luminoso cuarto menguante baña de azul la calle mayor y el puente. La salida de Puentelarreina se convierte en un momento mágico, silencioso, solitario, bañado por la luz onírica de la luna.
Por fin el sol asoma una hora más tarde, al coronar un repecho, para mostrarnos en todo su esplendor el paisaje de la Toscana navarra: eternos campos de cereal ya cosechado, verdes viñedos y el perfil de un pueblo medieval, con su inevitable campanario, recortado en el horizonte. Creo que lo he leído en alguna guía, pero es la verdad: esta es la verdadera estampa del camino.
Como cada día, la llegada se hace dura. Hemos enviado el equipaje al albergue parroquial, que está en lo alto de una cuesta, al lado de la iglesia de San Pedro y junto al cuartel de la guardia civil. Llegamos poco después de las doce, y no abre hasta la una; hace un sol de justicia, pero al menos el albergue tiene una zona de espera a la sombra. Me acerco hasta una tienda a por una cerveza fría que amenice la espera, y el mundo me parece más amable, más humano, menos malo.
El albergue parroquial es un bajo con un par de habitaciones cuajadas de literas (34 en total), dos baños y una cocina. Es pequeño, sí, pero muy acogedor, gracias sobre todo a la labor de los hospitaleros voluntarios; en nuestro caso, Nati es una maravilla. Ha hecho el camino varias veces, y organiza la cena común repartiendo tareas para que todo el mundo se involucre.
Son las nueve y media y estamos en la calle, disfrutando del fresco tras un día duro, pero muy aprovechado. Mañana será otro día, esperemos que tan bueno como este. Buenas noches.

Tercera etapa: Pamplona – Puentelarreina

Martes 16 de agosto, día de San Roque, santo caminero que atendía a los apestados por toda ls ruta.
El día ha comenzado temprano, como todos en el cammino… Aunque a decir verdad hoy se nos han pegado un poco las sábanas: no nos hemos puesto en ruta hasta las 7:24. Tras atravessar Pamplona, nos hemos dirigido a Cizur Menor, al tiempo que la ciudad despertaba poco a poco. Pamplona mola, sabe a ciudad de provincias limpia y orgullosa de si misma.
Después de Cizur comienza poco a poco la ascensión, muy tendida, hacia el Alto del Perdón. El paisaje ha cambiado po rcompleto, y ahora discurrimos por pistas entre campos de cereales ay segados. El sol empieza a castigar fuerte y sube la temperatura. Tras el alto, la bajada por una pista de piedras sueltas empieza a hacernos sufrir. Aún quedan 14 km.!
Hoy hemos hecho la etapa prácticamente separados; Lurdes iba algo más lenta y yo me he adelantado un poco más. Esto me ha dado la oportunidad de entablar conversación con varios peregrinos con los que venimos compartiendo camino desde Roncesvalles: Mónica, italiana que ayer llegó a Pamplona con fiebre, y que ya parece que se ha recuperado, o Ole, un niño indio adoptado en Dinamarca, que trabaja a tiempo parcial para Unicef.
Los últimos kilometros han sido especialmente malos debido al sol, hemos llegado a Puentelarreina completamente macerados. Y mańana el tiempo promete más de lo mismo. Intentaremos levantarnos pronto y hacer todo lo que podamos de noche.

Segunda etapa: Zubiri-Pamplona

¿Por qué los peregrinos madrugan tanto? A primera vista podría parecer que las 5:45 es un poco demasiado temprano para levantarse, incluso si tienes intención de caminar antes de que el sol llegue a su esplendor. Pues no. La razón de que se madrugue tanto es que no hay quien aguante los ronquidos. Lo de esta noche ha sido del todo memorable, un concierto de los más potentes que recuerdo. Así que antes de las seis ya estábamos desayunando en la calle.
Después de mucho dudarlo, Lurdes no se ha animado a enviar la mochila hasta Pamplona por Jacotrans, así que hemos redistribuído la carga (es decir, he cargado mi mochila con todo lo que cabía) y nos hemos puesto en marcha a las siete menos diez. La operación ha tenido éxito, porque mi compañera iba mucho más ligera. Tanto, que se ha arrancado a bajar corriendo casi todas las cuestas que hemos encontrado. Con lo que hemos adelantado a casi todos los peregrinos que habían salido antes que nosotros, y hemos llegado los segundos a Pamplona (tomayá!), a eso de las doce y diez.
La etapa, de 22 km., ha sido muy bonita, con tramos junto al río y otros en senderos aéreos, con unas preciosas vistas, y pasando por algunas aldeas de casas rehabilitadas con mucho gusto. Como siempre, lo peor han sido los últimos kilómetros, que parecen no acabar nunca. Especialmente desde Villaba, una población preciosa, pero larga, larga. Y Burlada después, que ya es ciudad y parece que has llegado a Pamplona, pero no, todavía falta… Uf!
Por fin cruzamos el puente de La Magdalena, subimos por las murallas y llegamos al casco viejo y al albergue. Precioso, por cierto. Un antiguo convento Jesuíta, creo, reconvertido recientemente. Una ducha, un pequeño paseo por el casco viejo para localizar un sitio donde comer, una siesta… Y como nuevos. Por la tarde más paseo, bocata y fruta para cenar, y a la cama, que mañana hay que volver a andar.

On the road again

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Un año después de hacer siete etapas por el Camino de Santiago del norte (podéis ver un relato en este mismo blog, buscando el tag «camino», Lurdes y yo nos hemos animado a hacer una nueva fase. Esta vez salimos de Roncesvalles, con la intención de llegar al menos hasta Logroño o a Santo Domingo de la calzada. Pero bueno, que si nos cansamos antes o nos hace mal tiempo no pasa nada si nos volvemos, ¿eh? Bueno, pues eso. Que ayer vinimos hasta Orreaga, y escribí esto, aunque no lo pude publicar porque no tenía 3G:

«Etapa 0: Amurrio-Roncesvalles

La intención es hacer noche en la hospedería de Roncesvalles, así que salimos de casa más allá de las 11 h. A las 13 estamos ya en Orreaga, dspués de una parada en Decathlon para que Lurdes compre una mochila; Kelian y Josetxo nos han traído en el estupendo Jeep Cherokee de éste.
Roncesvalles es pequeño pero muy bonito; poco más que la hospedería, la colegiata, un par de pequeños monumentos y unos establecimientos hosteleros, que parecen todos propiedad de la misma familia. La hospedería es grande, muy bonita y recién rehabilitada, en febrero. Da gusto.
El ambiente es ya totalmente peregrino. Mucho guiri, empezando por las hospitaleras, que son holandesas como la margarina. Unos cuantos orientales, probablemente japoneses (por cierto, dormimos en un cubículo de dos literas que compartimos con una pareja de japoneses mayores; él habla en sueños). Y algunos franceses y españoles. Eso sí, sea cual sea la nacionalidad o la etnia, mayoría femenina. Curioso.
No hay conexión 3G, una lástima. Escribo esto a la hora de la siesta, y probablemente lo subiré mañana después de la etapa.»

Etapa 1: Roncesvallea Zubiri
Hoy ha sonado diana a las seis menos cinco. Pues vale. Un café rápido de máquina y a la calle, que parece que va a hacer buen día. Son 21’5 km., mayormente de bajada pero también con algunos repechos de importancia. Nos ha hecho un tiempo ideal para andar: 25 grados y cielo nublado. El camino transcurre cercano a la carretera, cruzándola a veces pero sin apenas pisar asfalto. Llegamos a Zubiri prácticamente sin novedad a eso de las doce y pico. El último tramo, tres km. de bajada un tanto violenta, se nos hace un poco largo, especialmente a Lurdes. El albergue es un tanto espartano, especialmente en comparación con el de Roncesvalles: habitaciones de 32 camas, duchas comunes… Pero está limpio, la hospedera es agradable, y todo se ve de otro color tras un menú del peregrino. Lurdes está ahora echando una siesta mientras yo trasteo e intento subir algunas fotos. Hay que recuperar fuerzas, que mañana renemos que llegar hasta Pamplona.

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