¿Por qué los peregrinos madrugan tanto? A primera vista podría parecer que las 5:45 es un poco demasiado temprano para levantarse, incluso si tienes intención de caminar antes de que el sol llegue a su esplendor. Pues no. La razón de que se madrugue tanto es que no hay quien aguante los ronquidos. Lo de esta noche ha sido del todo memorable, un concierto de los más potentes que recuerdo. Así que antes de las seis ya estábamos desayunando en la calle.
Después de mucho dudarlo, Lurdes no se ha animado a enviar la mochila hasta Pamplona por Jacotrans, así que hemos redistribuído la carga (es decir, he cargado mi mochila con todo lo que cabía) y nos hemos puesto en marcha a las siete menos diez. La operación ha tenido éxito, porque mi compañera iba mucho más ligera. Tanto, que se ha arrancado a bajar corriendo casi todas las cuestas que hemos encontrado. Con lo que hemos adelantado a casi todos los peregrinos que habían salido antes que nosotros, y hemos llegado los segundos a Pamplona (tomayá!), a eso de las doce y diez.
La etapa, de 22 km., ha sido muy bonita, con tramos junto al río y otros en senderos aéreos, con unas preciosas vistas, y pasando por algunas aldeas de casas rehabilitadas con mucho gusto. Como siempre, lo peor han sido los últimos kilómetros, que parecen no acabar nunca. Especialmente desde Villaba, una población preciosa, pero larga, larga. Y Burlada después, que ya es ciudad y parece que has llegado a Pamplona, pero no, todavía falta… Uf!
Por fin cruzamos el puente de La Magdalena, subimos por las murallas y llegamos al casco viejo y al albergue. Precioso, por cierto. Un antiguo convento Jesuíta, creo, reconvertido recientemente. Una ducha, un pequeño paseo por el casco viejo para localizar un sitio donde comer, una siesta… Y como nuevos. Por la tarde más paseo, bocata y fruta para cenar, y a la cama, que mañana hay que volver a andar.
Zubiri
On the road again
Un año después de hacer siete etapas por el Camino de Santiago del norte (podéis ver un relato en este mismo blog, buscando el tag «camino», Lurdes y yo nos hemos animado a hacer una nueva fase. Esta vez salimos de Roncesvalles, con la intención de llegar al menos hasta Logroño o a Santo Domingo de la calzada. Pero bueno, que si nos cansamos antes o nos hace mal tiempo no pasa nada si nos volvemos, ¿eh? Bueno, pues eso. Que ayer vinimos hasta Orreaga, y escribí esto, aunque no lo pude publicar porque no tenía 3G:
«Etapa 0: Amurrio-Roncesvalles
La intención es hacer noche en la hospedería de Roncesvalles, así que salimos de casa más allá de las 11 h. A las 13 estamos ya en Orreaga, dspués de una parada en Decathlon para que Lurdes compre una mochila; Kelian y Josetxo nos han traído en el estupendo Jeep Cherokee de éste.
Roncesvalles es pequeño pero muy bonito; poco más que la hospedería, la colegiata, un par de pequeños monumentos y unos establecimientos hosteleros, que parecen todos propiedad de la misma familia. La hospedería es grande, muy bonita y recién rehabilitada, en febrero. Da gusto.
El ambiente es ya totalmente peregrino. Mucho guiri, empezando por las hospitaleras, que son holandesas como la margarina. Unos cuantos orientales, probablemente japoneses (por cierto, dormimos en un cubículo de dos literas que compartimos con una pareja de japoneses mayores; él habla en sueños). Y algunos franceses y españoles. Eso sí, sea cual sea la nacionalidad o la etnia, mayoría femenina. Curioso.
No hay conexión 3G, una lástima. Escribo esto a la hora de la siesta, y probablemente lo subiré mañana después de la etapa.»
Etapa 1: Roncesvallea Zubiri
Hoy ha sonado diana a las seis menos cinco. Pues vale. Un café rápido de máquina y a la calle, que parece que va a hacer buen día. Son 21’5 km., mayormente de bajada pero también con algunos repechos de importancia. Nos ha hecho un tiempo ideal para andar: 25 grados y cielo nublado. El camino transcurre cercano a la carretera, cruzándola a veces pero sin apenas pisar asfalto. Llegamos a Zubiri prácticamente sin novedad a eso de las doce y pico. El último tramo, tres km. de bajada un tanto violenta, se nos hace un poco largo, especialmente a Lurdes. El albergue es un tanto espartano, especialmente en comparación con el de Roncesvalles: habitaciones de 32 camas, duchas comunes… Pero está limpio, la hospedera es agradable, y todo se ve de otro color tras un menú del peregrino. Lurdes está ahora echando una siesta mientras yo trasteo e intento subir algunas fotos. Hay que recuperar fuerzas, que mañana renemos que llegar hasta Pamplona.