David y Anna (con dos enes), en Puentelarreina. Creo que ambos se dedicaban, o al menos eran muy aficionados a algún deporte o actividad física. Ella estiraba concienzudamente antes y después de andar. En todo caso, era un placer encontrarse con ellos, educados y cariñosos.
Mónica, de algún pueblo en la frontera de Italia y Suiza, entre Aosta y Dolomitas… La dulzura personificada, parecía estar haciendo el camino para demostrarse algo a sí misma. La conocimos en Pamplona, con un acceso de fiebre por el mismo cansancio. Más tarde, en Estella, la vovimos a encontrar, con los tobillos hinchados de tanto andar… Y posiblemente, de vendarlos demasiado fuerte. Lurdes no pudo menos que darle una pomada de árnica y una buena ración de mimos.
Mi amigo Ole, con quien compartí una deliciosa charla sobre el sentido de la vida a lo largo de varios kilómetros entre Pamplona y Puentelarreina. ¿Podéis creer que un tipo con semejantr cutis sea danés? Pues os aseguro que es del mismo Copenhage. Aunque en realidad nació en la India, y fue adoptado por una pareja del país escandinavo. Ole es dicharachero, amistoso y entusiasta. Quiere hacer del mundo un sitio mejor, y por eso trabaja como voluntario en Unicef y otras organizaciones no gubernamentales. Empezó el camino en St. Jean e iba hasta Logroño. A partir de Estella empezó a tener problemas con sus rodillas, pero eso no le hacía perder su sonrisa. Luego pensaba pasar un par de días en Bilbao y alrededores.