Poco más de diez kilómetros para el último día; conviene quedarse con buen sabor de boca para volver el año que viene ;).
La meteo promete de nuevo más de 35 grados, pero como el camino es corto nos lo tomamos con calma, nos levantamos tarde, nos damos una ducha, recogemos y hasta nos permitimos un desayuno «continental», con café y cruasán en el hotel de al lado del albergue. No nos ponemos en marcha hasta que son casi las ocho. El trayecto es llano, así que a eso de las diez ya estamos en la entrada de la ciudad, lavándonos los pies en una maravillosa fuente con pediluvio. Entramos por el puente de los enamorados, que no se si se llamará así, pero supongo que si, porque los barrotes de las barandillas están cuajados de pequeños candados, muchos de ellos con los nombres de la pareja que quiere asegurar su amor pintados o incluso grabados. El albergue no abre hasta las doce, así que callejeamos un rato por el casco viejo. La iglesia de Santa María está abierta y entramos a echar un vistazo; renacentista con trazos góticos, muy bonita. En las calles se aprecia vida, pero también hay muchos comercios cerrados. Entro en una tienda de bolsos en liquidación y le pregunto a la propietaria. Lo deja porque ha estado un tiempo de baja y ha entrado en pérdidas. Dice que se va a unir a los indignados, aunque le caen fatal.
En la plaza de El Espolón nos volvemos a encontrar con la pareja de coreanos, Kim y Choy. Lurdes encuentra una peluquería y sube a lavarse la cabeza mientras me tomo una cerveza. Al poco llegan Josu y Rita. Un paseo por las calles de bares, y a comer a Carabanchel, un restaurante típico muy agradable. El propietario es un tipo dicharachero y agradable, que también nos cuenta que la crisis se ha dejado sentir mucho, apenas tienen la mitad de clientela que hace un año. Preocupado pero con una sonrisa en la boca se pregunta si los autónomos conseguiremos salir a flote… la comida ha estado fabulosa, pero no puedo evitar que me quede un regusto amargo. Será la vuelta a la realidad tras una semana en el camino.
Arde la calle al sol de poniente mientras nos dirigimos al coche. Logroño es hoy una auténtica escuela de calor. Volvemos a casa. El año que viene continuaremos con el camino, con la iniciación. Algo hemos aprendido. Mucho nos queda por recorrer. Volveremos.





