Treinta y cinco grados a la sombra… Es posible que exista más calor, pero ahora mismo no lo concibo. Menos mal que la mañana nos ha respetado, y el sol no ha empezado a apretar en serio hasta un rato después de haber llegado. Y eso que nos hemos dormido; la intención era hacer diana a las cinco, pero no nos hemos despertado hasta una hora más tarde,sudados como pollos tras una noche caliente, caliente. Había que acelerar, así que nos hemos lavado la cara, una frura para desayunar y al camino. Como decía, el calor nos ha respetado, y el suave viento nos ha permitido avanzar a buen paso por las ondulaciones del terreno. Como anécdota quedan el encuentro con un andaluz jubilado y parlanchín, residente en Los Arcos, operado de un cancer de colon y con dos infartos, que continúa andando y haciendo los caminos de Santiago en cuanto puede. De lo que no parece que quiera curarse es de una verborragia compulsiva que acabará con él, seguro 🙂
Menos agradable ha sido el encuentro con una pareja de italianos que ya habíamos visto antes. Resulta que ella se había dejado una camiseta y unos calcetines en el albergue de Los Arcos. Pretende que llamemos para decirle al hospitalero que se los de a un tal Renato para que se los traiga… Vale, te doy el número del albergue, llamas y ya está. No, no, que yo no hablo español, dice, llamad vosotros, por favor. Será posible… Vale, dame tu teléfono para que llame 😡 que no, que mi teléfono es internacional, llama tú, por favor. Increíble. El albergue ya ha cerrado y el tal Renato no está. Cuelgo con mala cara y nos adelantamos, me ha tocado las narices.
Poco más adelante también me toca las narices la encargada de cobrar un euro a los visitantes de la iglesia de Torres del Río, que les monta la bronca a un par de chicas que han entrado sin darse cuenta. De paso se pone a despotricar de los peregrinos en general y de los presentes en particular, que se cuelan, miran y se marchan sin pagar. Me hubiera gustado ver la iglesia, pero paso. No me cuente sus problemas, señora, no quiero saberlos. Muchas gracias y adiós. HE DICHO GRACIAS Y ADIOS! Nos vamos mientras la individua sigue despotricando. ¿Qué le pasa hoy a todo el mundo?
Menos mal que la mañana discurre todavía templada, con unos paisajes maravillosos, y Lurdes me ayuda a cambiar de humor. El trayecto hasta Viana sigue sin otros incidentes dignos de mención, y entramos en la ciudad del Principe de Navarra a eso de las once. Han sido diecinueve kilómetros francamente agradables, todavía no hace demasiado calor y el rodaje se va notando: apenas estamos cansados y tenemos los pies en buenas condiciones. El albergue abre a las doce, así que nos tomamos una cervecita esperando. Luego ducha, colada, paseíto y comida, un magnífico menú peregrino por 9’50 €. A la hora de la siesta el sol brilla en todo su esplendor, y no hay quien pare. Nos levantamos y paseamos por la ciudad. Y paseamos. Y otra vez, jeje.
Ahora acabamos de hacer unas compras para cenar, y escribo estas líneas a la sombra de las ruinas de San Pedro, un lugar preñado de magia en el que sopla un viento constante que ayuda a combatir el calor.
Mañana solo diez kilómetros hasta Logroño y fin de fiesta por este año.
Lurdes en el camino. En el horizonte… pues no se, no me acuerdo del nombre del pueblo ^_^
La iglesia de Torres del Río.
Y la «adorable» señora que la guarda, montando la bronca a los peregrinos.
Cementerio de Torres.
Busto de César Borgia en Viana
El autor y su compañera, ante lo que queda de la iglesia de San Pedro de Viana.