Cuarta etapa: Puentelarreina-Estella

Diecinueve grados a las cinco de la madrugada. Un yogur para desayunar y andando… Un momento, falta el sobre con la dirección y el dinero para que nos lleven la mochila! Tras unos momentos de incertidumbre, el sobre por fin aparece, y nos ponemos en marcha. Son las seis, y un luminoso cuarto menguante baña de azul la calle mayor y el puente. La salida de Puentelarreina se convierte en un momento mágico, silencioso, solitario, bañado por la luz onírica de la luna.
Por fin el sol asoma una hora más tarde, al coronar un repecho, para mostrarnos en todo su esplendor el paisaje de la Toscana navarra: eternos campos de cereal ya cosechado, verdes viñedos y el perfil de un pueblo medieval, con su inevitable campanario, recortado en el horizonte. Creo que lo he leído en alguna guía, pero es la verdad: esta es la verdadera estampa del camino.
Como cada día, la llegada se hace dura. Hemos enviado el equipaje al albergue parroquial, que está en lo alto de una cuesta, al lado de la iglesia de San Pedro y junto al cuartel de la guardia civil. Llegamos poco después de las doce, y no abre hasta la una; hace un sol de justicia, pero al menos el albergue tiene una zona de espera a la sombra. Me acerco hasta una tienda a por una cerveza fría que amenice la espera, y el mundo me parece más amable, más humano, menos malo.
El albergue parroquial es un bajo con un par de habitaciones cuajadas de literas (34 en total), dos baños y una cocina. Es pequeño, sí, pero muy acogedor, gracias sobre todo a la labor de los hospitaleros voluntarios; en nuestro caso, Nati es una maravilla. Ha hecho el camino varias veces, y organiza la cena común repartiendo tareas para que todo el mundo se involucre.
Son las nueve y media y estamos en la calle, disfrutando del fresco tras un día duro, pero muy aprovechado. Mañana será otro día, esperemos que tan bueno como este. Buenas noches.

Tercera etapa: Pamplona – Puentelarreina

Martes 16 de agosto, día de San Roque, santo caminero que atendía a los apestados por toda ls ruta.
El día ha comenzado temprano, como todos en el cammino… Aunque a decir verdad hoy se nos han pegado un poco las sábanas: no nos hemos puesto en ruta hasta las 7:24. Tras atravessar Pamplona, nos hemos dirigido a Cizur Menor, al tiempo que la ciudad despertaba poco a poco. Pamplona mola, sabe a ciudad de provincias limpia y orgullosa de si misma.
Después de Cizur comienza poco a poco la ascensión, muy tendida, hacia el Alto del Perdón. El paisaje ha cambiado po rcompleto, y ahora discurrimos por pistas entre campos de cereales ay segados. El sol empieza a castigar fuerte y sube la temperatura. Tras el alto, la bajada por una pista de piedras sueltas empieza a hacernos sufrir. Aún quedan 14 km.!
Hoy hemos hecho la etapa prácticamente separados; Lurdes iba algo más lenta y yo me he adelantado un poco más. Esto me ha dado la oportunidad de entablar conversación con varios peregrinos con los que venimos compartiendo camino desde Roncesvalles: Mónica, italiana que ayer llegó a Pamplona con fiebre, y que ya parece que se ha recuperado, o Ole, un niño indio adoptado en Dinamarca, que trabaja a tiempo parcial para Unicef.
Los últimos kilometros han sido especialmente malos debido al sol, hemos llegado a Puentelarreina completamente macerados. Y mańana el tiempo promete más de lo mismo. Intentaremos levantarnos pronto y hacer todo lo que podamos de noche.