Personajes del Camino (y 2)

Vicente se dedica a la agricultura ecológica. Tiene una asociación de productores en Alicante, desde la que comercializan su producción. Además da conferencias y cursos. A veces no viene nadie, pero él hace los cursos igual. Porque si no, luego la gente dice que no se hacen, dice. Y sonríe. Y te mira con unos ojos muy inrensos.
Vicente tiene todo el mes de agosto para llegar hasta Santiago. Pero estamos en Estella y tiene un par de ampollas que le están haciendo pasar un mal rato. No lo entiendo, dice, yo ando mucho todos los días. Y el calzado tampoco es nuevo. No se por qué me han salido. Pero ahí están.

Loki tiene nombre de dios vikingo y cuerpo de pastor alemán. Y un alma noble, juguetona y tranquila. También tiene dos años y unas alforjas en las que lleva un par de kilos de pienso y un bol para beber agua cómodamente en las fuentes o en la puerta de los bares en los que entran sus dueños. Porque sí, Loki también tiene dueños. Una pareja jóven y animosa, que se han resignado a ceder todo su protagonismo a su mascota. De hecho, les hice una foto junto a la iglesia de Villatuerta, pero no apunté sus nombres. Estaba más interesado en Loki, claro. Y a decir verdad, demasiado cansado para andar tomando notas; habíamos andado ya cai 20 km, y hacía un calor de justicia.

Vale (Valeriano) y Odile viven en Miranda de Ebro, así que somos casi vecinos. Aunque a decir verdad, ella es de Salamanca y él de Zaragoza. Y lo llevan a gala. Nos encontramos con ellos casi en cada etapa. Y se alegran de vernos; nosotros también, por supuesto. La foto está tomada en Puentelarreina. Luego nos veríamos también en Los Arcos y en Viana.

Los primeros días siempre me da más corte sacar fotos a la gente. Y es una pena, porque siempre se quedan sin retratar gentes interesantes, o que al menos me han llamado la atención por una razón o por otra. Como Brigitte, por ejemplo. Que en realidad no se llama así, no sé como se llama; es una francesa que primero vimos en Roncesvalles, y nos fuimos encontrando hasta Puentelarreina, que la perdimos de vista. Con una edad indeterminada, rubia y delgada, con los ojos claros, creo. Salía del albergue temprano, andaba despacio y le gustaba pararse a disfrutar del paisaje, o de cualquier rincón que le llamara la atención. Lurdes le dió un poco de árnica para los pies, y le encantó. No parecía muy mayor, pero nos contó que sus hijos ya estaban muy crecidos y que tenía un par de nietos.

(Algunos)Personajes del camino

David y Anna (con dos enes), en Puentelarreina. Creo que ambos se dedicaban, o al menos eran muy aficionados a algún deporte o actividad física. Ella estiraba concienzudamente antes y después de andar. En todo caso, era un placer encontrarse con ellos, educados y cariñosos.

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…y séptima etapa: Viana-Logroño

Poco más de diez kilómetros para el último día; conviene quedarse con buen sabor de boca para volver el año que viene ;).

Fuente pediluvio a la entrada de Logroño

La meteo promete de nuevo más de 35 grados, pero como el camino es corto nos lo tomamos con calma, nos levantamos tarde, nos damos una ducha, recogemos y hasta nos permitimos un desayuno «continental», con café y cruasán en el hotel de al lado del albergue. No nos ponemos en marcha hasta que son casi las ocho. El trayecto es llano, así que a eso de las diez ya estamos en la entrada de la ciudad, lavándonos los pies en una maravillosa fuente con pediluvio. Sigue leyendo

Sexta etapa: Los Arcos-Viana

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Treinta y cinco grados a la sombra… Es posible que exista más calor, pero ahora mismo no lo concibo. Menos mal que la mañana nos ha respetado, y el sol no ha empezado a apretar en serio hasta un rato después de haber llegado. Y eso que nos hemos dormido; la intención era hacer diana a las cinco, pero no nos hemos despertado hasta una hora más tarde,sudados como pollos tras una noche caliente, caliente. Había que acelerar, así que nos hemos lavado la cara, una frura para desayunar y al camino. Sigue leyendo

Quinta etapa: Estella-Los Arcos

De nuevo diana temprano, a las cinco y algo. En ruta a las seis y cuarto, Atravesamos Estella de noche, buscando las señales a tientas. El sol nos alcanza subiendo la cuesta que lleva al monasterio de Iratxe; la famosa fuente que mana vino está todavía cerrada. No importa, de todas formas no son horas para atizarse un pelotazo de vino, ¿No? Pues eso.
Tras pasar la urbanización y el camping de Iratxe, que por cierto tiene muy buena pinta, el camino discurre entre carrascas y encinas, para desembocar después en un paisaje ondulado de campos ya trillados, salpicado de viñedos y custodiado por montes no muy altos, en la cima de los cuales siempre hay una ermita,una iglesia con campanario o una fortaleza. Así llegamos a Villamayor de Monjardín, custodiado por el castillo de Deyo. Empieza a hacer
Calor, pero es uno de los tramos más hemosos del camino. Entramos en la iglesia de Villamayor, de sobrio trazado gótico, casi minimalista por la falta de adornos.
El tiempo se porta hoy bien con nosotros, alternando el sol con nubes de evolución y una suave brisa. Llegamos a Los Arcos poco antes de las doce. Es un pueblo medieval muy bonito, articulado en torno a una calle mayor muy larga, que desemboca en una plaza, en la que se encuentran el ayuntamiento y la iglesia parroquial, consagrada a la Virgen. Una iglesia que merece la pena visitar, auténtica mezcla de todos los estilos desde el siglo XII.
El pueblo está en fiestas, claro, y a las seis de la tarde hay encierro y vaquillas en la calle mayor y la plaza. O sea, en todo el pueblo.
Tras esperar a que abran el albergue y pasar unos momentos un poco tensos por aquello de que oye no te cueles, ducha y a la calle. Hoy hay «pochada popular» por las fiestas. Es decir, que cualquiera que se acerque con un plato y una cuchara tiene su ración de alubias pochas. Pero eso será a las tres y media, son la una y tenemos hambre, así que buscamos un restaurante con menú peregrino y nos metemos a comer. De primero una parrillada de verduras memorable.
A la tarde siesta, visita al pueblo (y la iglesia) tras las vaquillas, y unas compras para el día siguiente. Al albergue a cenar un bocadillo, escrbir esta entrada y a la cama. Mañana, hasta Viana, otros 20 km. Buenas noches…

Cuarta etapa: Puentelarreina-Estella

Diecinueve grados a las cinco de la madrugada. Un yogur para desayunar y andando… Un momento, falta el sobre con la dirección y el dinero para que nos lleven la mochila! Tras unos momentos de incertidumbre, el sobre por fin aparece, y nos ponemos en marcha. Son las seis, y un luminoso cuarto menguante baña de azul la calle mayor y el puente. La salida de Puentelarreina se convierte en un momento mágico, silencioso, solitario, bañado por la luz onírica de la luna.
Por fin el sol asoma una hora más tarde, al coronar un repecho, para mostrarnos en todo su esplendor el paisaje de la Toscana navarra: eternos campos de cereal ya cosechado, verdes viñedos y el perfil de un pueblo medieval, con su inevitable campanario, recortado en el horizonte. Creo que lo he leído en alguna guía, pero es la verdad: esta es la verdadera estampa del camino.
Como cada día, la llegada se hace dura. Hemos enviado el equipaje al albergue parroquial, que está en lo alto de una cuesta, al lado de la iglesia de San Pedro y junto al cuartel de la guardia civil. Llegamos poco después de las doce, y no abre hasta la una; hace un sol de justicia, pero al menos el albergue tiene una zona de espera a la sombra. Me acerco hasta una tienda a por una cerveza fría que amenice la espera, y el mundo me parece más amable, más humano, menos malo.
El albergue parroquial es un bajo con un par de habitaciones cuajadas de literas (34 en total), dos baños y una cocina. Es pequeño, sí, pero muy acogedor, gracias sobre todo a la labor de los hospitaleros voluntarios; en nuestro caso, Nati es una maravilla. Ha hecho el camino varias veces, y organiza la cena común repartiendo tareas para que todo el mundo se involucre.
Son las nueve y media y estamos en la calle, disfrutando del fresco tras un día duro, pero muy aprovechado. Mañana será otro día, esperemos que tan bueno como este. Buenas noches.

Tercera etapa: Pamplona – Puentelarreina

Martes 16 de agosto, día de San Roque, santo caminero que atendía a los apestados por toda ls ruta.
El día ha comenzado temprano, como todos en el cammino… Aunque a decir verdad hoy se nos han pegado un poco las sábanas: no nos hemos puesto en ruta hasta las 7:24. Tras atravessar Pamplona, nos hemos dirigido a Cizur Menor, al tiempo que la ciudad despertaba poco a poco. Pamplona mola, sabe a ciudad de provincias limpia y orgullosa de si misma.
Después de Cizur comienza poco a poco la ascensión, muy tendida, hacia el Alto del Perdón. El paisaje ha cambiado po rcompleto, y ahora discurrimos por pistas entre campos de cereales ay segados. El sol empieza a castigar fuerte y sube la temperatura. Tras el alto, la bajada por una pista de piedras sueltas empieza a hacernos sufrir. Aún quedan 14 km.!
Hoy hemos hecho la etapa prácticamente separados; Lurdes iba algo más lenta y yo me he adelantado un poco más. Esto me ha dado la oportunidad de entablar conversación con varios peregrinos con los que venimos compartiendo camino desde Roncesvalles: Mónica, italiana que ayer llegó a Pamplona con fiebre, y que ya parece que se ha recuperado, o Ole, un niño indio adoptado en Dinamarca, que trabaja a tiempo parcial para Unicef.
Los últimos kilometros han sido especialmente malos debido al sol, hemos llegado a Puentelarreina completamente macerados. Y mańana el tiempo promete más de lo mismo. Intentaremos levantarnos pronto y hacer todo lo que podamos de noche.