«¿QUIÉN TE PAGA LAS CORTINAS?», levanta la voz el peregrino sonámbulo en la oscuridad de la habitación. Son las tres y pico de una asfixiante madrugada a casi treinta grados. «DIME, ¿QUIÉN TE LAS PAGA, EH?». No puedo más. Me levanto y le toco suavemente en el brazo. Se despierta asustado. Le digo que está hablando en sueños, farfulla unas disculpas y se vuelver a dormir de inmediato. Pronto volverá a su onírica discusión. De vuelta a mi cama, la comezón de las picaduras en brazos y piernas se hace insoportable. Me sumo en un estado febril de duermevela interrumpida cada poco por peregrinos madrugadores. No puedo más… Sigue leyendo