Mayo, 1940
Es un hermoso día de primavera, con el cielo muy, muy azul.
Tintín ha perdido solo un momento de vista a su fiel Milú; tiempo suficiente para que lo coja Didí, el perturbado hijo del señor Wang, y se disponga a cortarle la cabeza. Menos mal que Tintín se ha dado cuenta y corre al rescate junto con el señor Wang. Pobre Didí, no es malo en realidad. Lo que pasa es que un espía japonés le clavó una flechita del veneno que vuelve loco, y ahora en cuanto le dejan solo se empeña en ayudar a todos a “encontrar el camino” por el expeditivo medio de cortarles la cabeza con su enorme sable Dadao.
Sentado en el suelo de la terraza de casa, Luismari no puede parar de mover la pierna mientras sigue las aventuras del reportero en “Le Petit Vingtieme”, el suplemento infantil del periódico que esta mañana ha traído su padre¹. Al levantar la vista le llaman la atención unas pequeñas nubecillas blancas en el horizonte. Un lejano estruendo se impone sobre el zumbido de la ciudad. No es una tormenta, son bombas de metralla. Las tropas alemanas están a punto de tomar Bruselas.
El siguiente recuerdo de Luismari es el caos de la reunión previa a la evacuación de las familias de directivos y trabajadores en la fábrica de Monsieur Deletaille, que dirigía Jesús desde su llegada a Bélgica.
Y después la salida en tren con rumbo a París, “con mucha gente” y todos los empleados de la fábrica.
El convoy se detuvo varias horas en la frontera. De tanto en tanto se escuchaban estampidos. Tal vez de bombas. O disparos. O tal vez simples topetazos de vagones unos con otros, pero que contribuían al opresivo ambiente de preocupación y miedo de los evacuados.
Tras una breve estancia en París, sin recuerdos, la familia salió en coche hacia Poitiers, con un tal Monsieur Tenicien. Un hombre alto y delgado, con el pelo entrecano y sombrero de ala vuelta.
El 16 de junio entran los alemanes en Poitiers. Es el cumpleaños de Luismari. Poco después emprenden el regreso a Vilvoorde en un camión, junto con el personal de la fábrica. Llovió a lo largo de todo el camino.
En Vilvoorde la familia se encuentra el apartamento vacío. Alguien se lo ha llevado todo. Hasta los muebles. Desesperación, rabia, impotencia.
Han sido los Van Der Potten. Al darse cuenta de que sus vecinos de arriba huían de los alemanes, han pensado que era una pena que hayan tenido que dejarlo todo. Era mejor que lo guardaran o lo aprovecharan ellos. Pero bueno, ahora que han vuelto lo devuelven casi todo, no hay problema, no hay problema.
Rabia…
¹ Yo creía recordar que Luismari me había contado antes que la aventura de Tintín que estaba leyendo cuando los alemanes llegaron era "El cangrejo de las pinzas de oro". Sin embargo, al revisar la documentación veo que era "En el país del oro negro".